Decidimos armarle un cuaderno con fotos y cartas de todos los años juntas. En esta bendita mudanza encontré los borradores de las cartas que escribí yo.
Decían, casi en cada párrafo, lo agradecida que estaba porque ella me había enseñado a disfrutar y expresar mi pasión por la danza.
Pasó mucha agua debajo del puente. Muchos de ustedes conocen la historia después de ese cuaderno. Y aunque ahora las cartas terminen en la basura (con una sonrisa); y aunque me costó mucho tenerlo presente, puedo decir que al final era verdad lo que escribía: no me olvidé de lo que, hace 9 años me enseñó Anabella.