viernes, julio 15, 2011

Sobre las relaciones humanas

No sé muy bien cómo empezar a escribir esto.
Es posible que no aplique en todos los aspectos de la vida lo que voy a decir. Pero cada vez me da más la sensación de que para lograr sobrevivir en este sociedad de mierda que hemos construido, es un requisito irrenunciable el ser un forro.
Hay organismos más inteligentes...
algunos no necesitan más que un cuerpo largo y finito para parasitar.
Ojo, ser un forro no quiere decir ser mal tipo o mala mina. No necesariamente. Pero la Ley del más fuerte rige entre nosotros como en ninguna otra especie. Es tan sencillo como aprender a fingir, a poner buena cara cuando lo que quisiéramos es escupir al otro, a ponerse primero que todo el mundo en cualquier situación.
A la gente que aprende eso, le va bien. No sé cómo. No sé si realmente tienen algún amigo o persona cercana que nos quiera. Pero sé que les va bien. Sé que triunfan en la vida. Sé que la gente al menos les demuestra respeto. Sé que la gente no los caga (porque no puede/no quiere/le da miedo/lo que sea). Sé que son los que tienen más levante. Sé que son los que están siempre rodeados de gente.
"Pero, Fernanda! (dirán) si vos siempre criticaste a esa gente!" Así es (les responderé) pero cada día me doy más cuenta que el mundo en el que vivimos te arrastra.
Las buenas personas...o, si prefieren, los no-forritos...son dejadas de lado, utilizadas, tratadas mal, faltadas el respeto. No por boludos. Ni siquiera por boludos. Estas personas son las que eligen que los demás le importen. Son los que se preocupan por el otro. Son los que brindan su cariño o su confianza creyendo que en esta sociedad del orto existe alguien que no se va a aprovechar de eso.
Pobres infelices, ¿no?
Al final, esos pobres infelices son arrastrados por la mierda, son tapados por ella. Se les mete por las orejas y la nariz y la boca. Y ahí sí, no pueden más que empezar a a tapar a otros con ella...o morir asfixiados.
Quedan dos opciones. O te cagás en todo y en todos...o te terminás mimetizando con los incansables generadores de estiércol...(o, claro, terminás en un...manicomio).

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